El Sistema de Observación de la Alianza Terapéutica en Intervención Familiar (SOATIF) se desarrolló para subsanar una importante laguna: la posibilidad de evaluar alianza terapéutica en el tratamiento familiar conjunto. Hasta ahora no se ha señalado un único indicador del proceso terapéutico que haya resultado más eficaz para predecir el resultado que la alianza terapéutica (Horvath & Symonds, 1991). La alianza no es solo un predictor significativo del éxito terapéutico a través de orientaciones eóricas (Bachelor, 1991), sino que también las percepciones de los clientes sobre la alianza teraéutica en las primeras fases del tratamiento predicen el resultado en semanas o meses más tarde (Horvath & Symonds, 1991).
En la psicoterapia individual, la alianza puede ser valorada utilizando distintas medidas: tanto a través de los informes del cliente o del terapeuta, como a través de informes de observadores externos (Tichenor & Hill, 1989). Sin embargo, en la literatura de terapia familiar y de pareja sólo hay un instrumento publicado: las escalas de Alianza de Pinsof y Catherall (1986). La investigación sobre esta medida, que esta basada en la conceptualización tripartita de la Alianza realizada por Bordin (1979), ha demostrado que es fiable y que predice el impacto de las sesiones (Heatherington & Friedlander, 1990) y el resultado del tratamiento tanto para parejas como para familias (Bourgeois, Sabourin, & Wright, 1990; Johnson & Talitman, 1997; Pinsof & Catherall, 1986; Quinn, Dotson, & Jordan, 1997).
Al igual que en las medidas de la alianza terapéutica individual, el instrumento de Pinsof y Catherall (1986) se centra más en el comportamiento del terapeuta que en el comportamiento de los miembros de la familia. De hecho, poco se sabe acerca de qué comportamientos observables contribuyen a una fuerte alianza en terapia familiar y de parejas (Friedlander & Tuason, 2000). En ausencia de este conocimiento, terapeutas y supervisores sólo se pueden fiar de juicios clínicos para valorar la fuerza de la alianza. Para subsanar esta carencia hemos desarrollado la presente escala de observación del comportamiento de los clientes en al marco de tratamiento familiar conjunto o de pareja.
Las escalas observacionales de la alianza en terapia individual no se podrían adaptar a la terapia familiar debido a que la presencia de varios miembros de la familia, tanto niños como adultos, hacen diferente esta modalidad de tratamiento en varios aspectos. Dos dimensiones de nuestro instrumento reflejan esta originalidad. Dichas dimensiones se definen operacionalmente como Sentido de Compartir el Propósito (referida a compartir entre todos los miembros de la familia el propósito general de la terapia) y Seguridad. La primera dimensión se incluye porque un hecho importante es que los miembros de la familia no siempre valoran la terapia de la misma forma. Se ha demostrado, por ejemplo, que a menudo en terapia familiar se se da una alianza “partida” o “dividida” (Heatherington & Friedlander, 1990), es decir, que unos miembros de la familia se involucran más y se alían más intensamente con el terapeuta que otros. Nuestro instrumento refleja la recomendación de Pinsof (1994) de que las medidas de la alianza incluyan el importante aspecto de alianza intra-sistema —la colaboración de los miembros de la familia entre ellos con relación a la terapia. La otra dimensión específica del formato familiar, Seguridad, refleja otro aspecto único de dicha modalidad de terapia (Friedlander & Tuason, 2000). En varios aspectos, la terapia familiar conlleva más riesgos (y más variados) para el cliente que la terapia individual. Cuando una persona y su familia acuden a terapia se arriesgan a que determinados secretos o sucesos que consideran vergonzosos puedan ser revelados en contra de su voluntad. Así por ejemplo, alguien puede descubrir que su pareja le quiere abandonar. Puede darse el caso de que alguien corra el riesgo de ser castigado o agredido físicamente por familiares muy irritados por algo que ha sucedido durante la sesión. De hecho, las relaciones más importantes para el cliente pueden ponerse en peligro cuando busca ayuda profesional en un formato familiar.
Para construir el instrumento comenzamos revisando la literatura teórica y empírica sobre la relación terapéutica en la terapia familiar. Este proceso dió lugar a la identificación de un conjunto de descriptores conductuales que ilustraban una alianza tanto positiva (buena o satisfactoria relación terapéutica) como negativa (insatisfactoria o conflictiva relación terapéutica). Estos descriptores se utilizaron para crear una primera lista amplia que ilustraba distintos aspectos de la participación y colaboración del cliente. Se tomó como criterio esencial en la construción de los descriptores el que cada uno de ellos fuese un comportamiento observable. Por ejemplo, en vez de “ los familiares están intereados por los puntos de vista de los otros”, el descriptor dice “los familiares se preguntan mutuamente por sus puntos de vista”.
Para perfeccionar el amplio inventario inicial de descriptores, uno de nuestrosequipos de investigación (N = 4) examinó 12 sesiones de terapia familiar grabadas en video, de las cuales teníamos los autoinformes de los propios clientes sobre la alianza obtenidos para un estudio anterior (Heatherington y Friedlander, 1990), en concreto se habian utilizado las escalas de alianza integrativa terapéutica de Pinsof y Catherall (1986). Conociendo de esa forma la perspectiva de cada uno de los miembros de las familias sobre la alianza, analizamos las grabaciones de las sesiones para identificar comportamientos individuales y familiares que pudieran ser claramente indicativos de sus sentimientos y cogniciones. Se fueron depurando y editando los descriptores a través de sucesivas comparaciones de cada una de las observaciones realizadas por el equipo de observadores. Las discrepancias sirvieron para clarificar descriptores y excluir aquellos difícilmente codificables o puntuables.
En un principio intentamos evaluar cada indicador de comportamiento en una escala tipo Likert de 7 puntos para cada familiar. La enorme dificultad y laboriosidad de este proceso nos convenció de la necesidad de hacer agrupamientos de descriptores similares y así identificamos, inductivamente, 4 dimensiones subyacentes. Posteriormente, los investigadores escribimos independientemente definiciones de dichos constructos, las comparamos y las integramos, decidiendo después qué descriptores estabán relaciados de una forma lógica con cada una de las cuatro dimensiones definidas. Probando este nuevo sistema y procedimiento de observación mediante la evaluación de 6 cintas de video diferentes, encontramos que el acuerdo entre observadores mejoraba considerablemente.
El siguiente paso fue utilizar una tarea de clasificación para evaluar la validez de contenido del instrumento; para ello ordenamos aleatoriamente los 44 descriptores resultantes del proceso de análisis previo y pedimos a un grupo de investigadores del proceso de terapia familiar de EE.UU., Canadá y España (los norteamericanos sobre la versión en inglés y los españoles sobre la versión en Español) que indicaran qué descriptores reflejaban mejor cada una de los 4 constructos subyacentes. Así por ejemplo, el descriptor “las familias se preguntan mutuamente sobre sus puntos de vista”, está incluido en el conjunto de descriptores que reflejan la dimensión de Sentido de compartir el propósito de la terapia en la familia. Si al menos el 75% de los expertos investigadores que respondieron a nuestra tarea de clasificación seleccionaban la misma dimensión para un descriptor determinado, se mantenía dicho descriptor entre los indicadores de esa dimensión; si no era así se eliminaba o se cambia a una dimensión distinta (aquella en la que ese descriptor sí había sido clasificado por más del 75% de los expertos); téngase en cuenta que se les decía a los investigadores encuestados que podían seleccionar más de una dimensión para cada descriptor, destacando la que consideraban más importante. También se les pidió a los investigadores participantes que comentasen los descriptores si lo consideraban necesario o incluso que añadieran otros si los veían muy representativos de una de las dimensiones y no habían sido incluidos en la lista de 44 descriptores. En el caso de los expertos españoles (N=8, todos ellos investigadores y terapeutas familiares de reconocido prestigio) se les pidió además que comentaran su opinión sobre la adecuación cultural de los descriptores y de las 4 dimensiones de la alianza definidas, es decir, su ajuste a las características específicas de la cultura española en el contexto de la terapia familiar. Los resultados de esta tarea de clasificación, tanto para los investigadores de Norteamérica como de España, indicaron un alto grado de consistencia y la mayoría de los descriptores fueron clasificados como conductas representativas de la dimensión que nosotros previamente habíamos seleccionado. De hecho, la mayoría de los descriptores fueron clasificados de la misma forma por más del 75% de los jueces en ambas muestras (Norteamericana y Española). Basándonos en los criterios descritos más arriba, algunos descriptores se cambiaron de una dimensión a otra o se modificaron un poco en su definición. Un par de descriptores se eliminaros porque cumplieron el criterio de obtener un 75% consenso entre jueces en una sola muestra (bien sólo en la norteamericana o bien sólo en la española). Optamos por dar prioridad al hecho de que las versiones de los instrumentos en Inglés y en Español fuesen idénticas. No obstante, ninguno de los descriptores tuvo que ser eliminado por haber sido calificado como poco apropiado desde el punto de vista de las diferencias culturales, sólo se introdujeron algunas mínimas modificaciones en la definición o traducción de algunos de ellos.
El SOATIF está diseñado para ser aplicado por evaluadores entrenados mientras observan una sesión de terapia familiar grabada en video. Si los evaluadores tienen muy alto nivel de experiencia, es también posible que puedan aplicar el SOATIF mientras observan una sesión en vivo (aunque sin duda la video-grabación hace más factible comprobar las evaluaciones y mejorar la fiabilidad). Consideramos que los evaluadores deberían ser como mínimo licenciados en alguna disciplina de salud mental o postgraduados en terapia familiar o intervención sistémica, aunque no es necesario que tengan un nivel alto de experiencia clínica. Es recomendable que sean al menos tres los observadores que evalúen la sesión familiar para propiciar así una comprobación adecuada de la fiabilidad Inter-observadores.